¿En qué consiste una PassivHaus?
Las viviendas pasivas se basan en un concepto de edificación sostenible; es decir, están diseñadas a partir de patrones preestablecidos en los que la eficiencia energética se convierte en un pilar fundamental.
Entre los principales beneficios asociados a ellas destaca el aumento de calidad y confort de los espacios y un considerable ahorro energético.
Por su parte, en el capítulo de «contras» se sitúa su precio. Eso sí, a pesar de que inicialmente el coste de una vivienda pasiva puede ser superior a una convencional (entre un 10 y un 15%), gracias al ahorro energético tal diferencia podrá amortizarse en apenas 10 años.
Minimizar el uso de los sistemas tradicionales de refrigeración y calefacción de las viviendas a partir del aprovechamiento de las condiciones climáticas y de la orientación del espacio en el que se localiza la construcción, en combinación con métodos de eficiencia energética de alto nivel, las convierte en las viviendas del futuro. A partir de los estándares definidos se consigue disfrutar de una temperatura interior más confortable, con un consumo prácticamente nulo.
Los estándares establecidos en el Certificado Passivhaus que otorga el Passivhaus Institut establecen que las construcciones deben disponer de un gran aislamiento térmico, la eliminación de puentes térmicos, máxima calidad del aire interior, control de las infiltraciones y el aprovechamiento de la energía solar, factores que permiten reducir hasta en un 90% el consumo energético respecto a las edificaciones tradicionales y un 75% respecto a las de obra nueva.
En la actualidad existen unas 60 viviendas pasivas registradas y certificadas repartidas prácticamente por todo el territorio nacional.
¿Qué características tiene una PassivHaus?
Para que una casa o edificación pueda ser certificada como vivienda pasiva será necesario cumplir los siguientes requisitos:
Elegir un aislamiento térmico de primera calidad.
Este tipo de componentes que implican elementos estructurales como muros exteriores, cubiertas, suelos y carpinterías permiten reducir el consumo de energía hasta en un 30%. Gracias a su aplicación se consigue preservar el calor interior durante los meses más fríos y mantenerlo en el exterior durante los más calurosos. En función del área en el que se construye la vivienda, las condiciones climáticas específicas y su orientación, se debería apostar por un espesor del aislante térmico con un grosor de 15 a 20 centímetros. Del mismo modo, elegir la instalación de ventanas de alta calidad evitará la pérdida de calor que suele producirse en cerramientos de baja calidad, que puede llegar a alcanzar entre el 25 y el 30% del consumo de la calefacción.
Vidrios de altas prestaciones.
Para una certificación PassivHaus quizás nos tendríamos que ir a vidrios triples. Y muy importante que el intercalario de los vidrios sea de plástico y no de aluminio.
Eliminación de los puentes térmicos.
Los puentes térmicos son zonas envolventes de los edificios, juntas que se producen entre materiales de distintas características que ocasionan la rotura de la continuidad de la capa aislante, por lo que se genera una considerable pérdida del calor concentrado en el interior de una vivienda. Se pueden producir en fachadas, techos o cualquier otra zona que limite la construcción con el exterior. Al eliminarlos se consigue mantener la temperatura ideal interior.
Sistema de ventilación de las casas pasivas.
La instalación de un recuperador de calor permite distribuir el aire fresco en el interior de la vivienda para disfrutar de una buena calidad de aire, de modo que se podrá prescindir de la instalación de sistemas de refrigeración, hecho que mejora las condiciones de salud de sus habitantes.
Estanqueidad más eficiente.
Para evitar las filtraciones de aire, alérgenos, polvo y la pérdida de calor será necesario sellar las uniones de los distintos materiales utilizados en la construcción, de modo que se crea un efecto de estanqueidad efectivo y eficiente.